"Madrid, Londres, Berlin" de Javier Juarez. Ed. Planeta (2.005)

Madrid, Londres, Berlín. En este triángulo geográfico nacieron, durante la Segunda Guerra Mundial, las incipientes redes de inteligencia y espionaje que cambiaron, en numerosas ocasiones, el curso de la Historia Contemporánea. Javier Juárez desvela la implicación de España en una batalla clandestina a través de sus espías, que fueron considerados a menudo poco ortodoxos para el código del espionaje internacional. Agentes franquistas que se convirtieron en una pieza fundamental de la complicada red de espionaje al servicio del Eje, pero también del bando Aliado. Una colaboración intensa y peligrosa que terminó, para muchos, en un campo de internamiento. Jugadores de fútbol, periodistas, toreros e importantes diplomáticos como el duque de Alba se vieron envueltos en una peligrosa doble, y hasta triple vida llena de peripecias entre viajes y tinta invisible, audacia, fugas y engaños que conforman la desconocida historia de los espías de Franco al servicio de Hitler. Javier Juárez, nacido en Madrid en 1968, es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Terminados sus estudios universitarios cursó un máster en información económica impartido por la Universidad Complutense de Madrid y la Asociación de Periodistas de Información Económica y Monetaria en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y sobre el Mercado Único organizado por la Universidad Politécnica de Madrid. Su labor periodística ha estado vinculada durante varios años a los servicios informativos de Telemadrid donde ha ocupado diferentes puestos como el de redactor jefe de información económica, coordinador del informativo de noche y editor de los informativos de fin de semama.Gran estudioso de la historia del siglo xx, deja ver en su primer libro su pasión por la Guerra civil española y la II Guerra Mundial.

"HISTORIA DEL SERVICIO SECRETO BRITANICO" de Richard Deacon. Ed. Pinazo. 1.973.


Contraportada: "Detallado estudio del famoso INTELIGENCE SERVICE pilar fundamental del Imperio Británico a lo largo de cuatrocientos cincuenta años, desde Cromwel hasta nuestros días, en el que destaca el desarrollo del espionaje y contraespionaje de métodos variables y cualidades invariables, y de la diligencia, valentia y eficacia de los agentes individuales y de los jefes de información."

"YO, JEFE DEL SERVICIO SECRETO MILITAR SOVIETICO" de Gualterio G. Krivitsky. Ed. Sucesor de Hipólito de Pablo. 1.945.



Nacido Samuíl Ginsberg en Podwoloczyska (Polonia), entonces parte del Imperio ruso, adoptó el nombre Krivitski (retorcido) como nom de guerre revolucionario cuando entró en la Inteligencia Militar Soviética, en torno a 1917. Actuó como nelegal (agente con nombre y documentación falsa) en Alemania, Austria, Italia y Hungría y escaló puestos hasta convertirse en oficial de control. Robó planos de submarinos y aviones, interceptó correspondencia nazi-japonesa y reclutó a numerosos agentes, incluyendo a Madame Lupescu y Noel Field.

En mayo de 1937, cuando el GRU quedó bajo control de la NKVD (futuro KGB), Krivitsky fue enviado a La Haya para operar como rezident, u oficial de control regional. Bajo la tapadera de anticuario coordinó una serie de operaciones de inteligencia por toda Europa Occidental.

El 10 de febrero de 1941 fue encontrado muerto en el Hotel Bellevue, a una manzana de la Union Station en Washington D.C., con tres notas de suicidio en su cama. Muchos sospecharon que fue asesinado.

"PHILBY, EL ESPIA QUE ENGAÑO A UNA GENERACION" de Bruce Page; David Leitch y Phillip Knightley. Ed. Destino. 1.968



Nota del Editoe: "La historia de Kim Philby es tan fantástica que ningún autor de novelas de espionaje se hubiera atrevido a escribirla. Agente soviético desde poco después de cumplir los veinte años, su labor en el Servicio Secreto Inglés resultó tan eficaz que en 1944 fue nombrado director del departamento antisoviético, caso de duplicidad jamás igualado en los anales del espionaje. Mas tarde fue enlace entre el Servicio Ingles y la Central Intelligence Agency (CIA) americana, desde cuyo puesto traicionó todos los secretos importantes de la inteligencia occidental.

Este libro narra con minuciosidad, por vez primera, como Philby trabajó en el Servicio Secreto Inglés, llegando a convertirse en su figura predilecta, las operaciones que reveló al enemigo y de que modo envió a numerosos agentes a una muerte segura; como su encubrimiento quedó vulnerado cuando tuvo que proteger a Donald Maclean - cuyo espionaje atómico se narra aquí por vez primera con toda clase de detalles - y la sorprendente secuela a todo esto, cuando Philby fue juzgado "en secreto", declarado inocente y readmitido en el servicio secreto. No fue hasta 1.961, es decir, diez años después de tener en sus manos pruebas decisivas, cuando los dirigentes del mundo secreto pudieron finalmente conocer los vergonzosos pormenores de la traición de Philby."

"MIS CAMARADAS DE CAMBRIGDE" de Yuri Modin.Ed. Planeta. 2.005




En el Olimpo del espionaje suelen habitar personajes de leyenda, pero ninguno como Harold Adrian Russell. (Kim) Philby alcanzó las alturas del mito hasta convertirse en paradigma del arte de la conspiración.

Philby, una de las personalidades más controvertidas y fascinantes de la alta sociedad británica, tuvo la osadía de saltar de los privilegiados claustros de Cambridge a las barricadas obreras de Viena, donde los socialistas combatían a las tropas de asalto de Hitler. El filósofo Richard Wollheim observó que la gran depresión del ´30, un gobierno laborista complaciente con el fascismo e indiferente ante millones de parados y famélicos, terminó avergonzando a los intelectuales de pertenecer a Inglaterra y a su clase.

Fue Arnold Deutch, el legendario agente "Otto", educado en el Círculo de Viena e instruido en Moscú, quien reclutó a Philby. Entre 1934 y 1937, "Otto" captó a otros 17 agentes británicos: Donald Maclean, Guy Burgess, Anthony Blunt, John Cairncross, George Blake, entre otros.

Philby fue el "tercer hombre" del excelso grupo surgido de Cambridge. Se hizo corresponsal de guerra de The Times en el bando falangista, fue herido en Teruel por las fuerzas republicanas a las que realmente servía y terminó condecorado nada menos que por Francisco Franco.

Ya en el MI6, el servicio exterior británico, Philby —"Sönchen","Hijito", "Stanley" para el KGB— llegó a dirigir el departamento España y Portugal, donde se gestaba una formidable maraña de intrigas y desinformación. Cumplió diversas tareas de riesgo hasta llegar a conducir la mismísima contrainteligencia antisoviética. Puso en manos de Moscú todo lo que los británicos sabían sobre el servicio secreto alemán y anticipó información sobre los cohetes V1 y V2 que Adolph Hitler lanzaría de Calais a Dover. Como representante inglés en Washington transmitió a Moscú los planes de la futura CIA y el proyecto secreto de la bomba de uranio, así como el dato de que jamás sería arrojada sobre Alemania.

En "Mis cinco amigos de Cambridge" el encumbrado dirigente del KGB, Yuri Modin, reveló que la información de Philby permitió "demostrar" a José Stalin que Winston Churchill y las potencias occidentales descartaban abrir un segundo frente para que la URSS se debilitara, y que negociaban en secreto con Alemania, mientras el Ejército Rojo desarrollaba su gigantesca ofensiva hasta Berlín.

En 1951 Philby descubrió que la CIA había detectado a Maclean y armó su huida a Moscú. El cerco había empezado a cerrarse sobre los espías de Cambridge: Philby quedó expuesto y debió soportar largos años de sospechas e interrogatorios. En 1963 el KGB organizó su fuga desde Beirut a Moscú. Se había malogrado la posibilidad de que Philby alcanzara la jefatura suprema de los servicios secretos británicos.

Para Modin, la psicología de Philby fue un fenómeno sorprendente. "Todos lo amaban: la Sociedad anglo-germana, el entorno de Franco, el The Times, sus cuatro esposas y sus incontables amantes, sus colegas del MI6 y la CIA. Hasta en el ministerio de Propaganda de Goebbels lo elogiaban...". Philby, dice Modin, bien pudo haber trabajado "honestamente" para ambos bandos sin ser un agente doble, y con su encanto y su inteligencia, tal vez "se burlase del KGB y del MI6. No sorprendería que haya vivido su tercera vida. Después de todo, tenía un maravilloso sentido del humor".

En Philby: maestro de espías (1989), Philip Knightley cita a Sir Robert Mackenzie: "Philby no vendió los secretos de su país. Nunca recibió un peñique. Lo hizo por sus ideales". Knightley señala que Philby "nos obligó a examinar nuestra propia actitud hacia el patriotismo, la traición, las clases y las convicciones políticas (...) y a preguntarnos si en circunstancias adecuadas podríamos convertirnos en traidores. Su caso tiene más que ver con la traición a los intereses de una clase que con la traición al país. La fascinación por Philby —concluye— no reside en su acto de traición, sino en quién era él y por qué lo hizo."

Pero el propio Philby tuvo menos dudas: "Para traicionar —le dijo a Knightley— primero hay que pertenecer. Yo nunca pertenecí. He seguido la misma línea durante toda mi vida adulta. La lucha contra el fascismo y la lucha contra el imperialismo fueron una sola". Su único libro,"Mi guerra silenciosa", lleva una dedicatoria inequívoca: "A los camaradas que me enseñaron la forma de servir".

Una anécdota de su vida en Moscú da una idea de su personalidad. Philby llevó a un grupo de amigos a ver el ballet Bolshoi. Terminada la función, bajo la nieve y con 15 grados bajo cero, mientras trataban inútilmente de conseguir un taxi, una inglesa del grupo estalló: "¡Por Dios Kim. Eres un maldito general del KGB. Tienes derecho a un coche con chofer! ¿Por qué no lo usas alguna vez?".

A diferencia de cómo había vivido, Philby murió apaciblemente una madrugada de mayo de 1988. Moscú lo despidió como a un héroe y en Occidente la repercusión alcanzó niveles insospechados. Junto al féretro, entre otras condecoraciones, estaba la Orden de Lenin, a la que curiosamente valoraba como un título de caballero. En su lápida luce aún hoy una estrella dorada, acaso una alegoría: siempre se consideró un hombre afortunado. Tres años y medio después, aquel estado soviético al que había dedicado su vida, dejó de existir.

"EL HOMBRE SIN ROSTRO" de Markus Wolf. Ed. Antonio Vergara. 1.997.


A la edad de 83 años murió en Berlín uno de los protagonistas de la guerra fría. Markus Wolf, estuvo durante casi 30 años al frente de los servicios secretos exteriores de la Alemania del este. Casi 4.000 agentes estaban a su cargo en lo que se considera una de las mejores redes de espionaje de la época.

La red de Wolf extendía sus brazos a los más altos niveles de la política occidental. Sus agentes lograron infiltrarse incluso en la cúpula del gobierno de la Alemania Federal. En la cancillería, consiguió reclutar a Günter Guillaume hasta que éste fue desenmascarado en 1974.

Fue el caso más grave de espionaje registrado en el Gobierno de Alemania y una de las razones que provocaron la retirada del entonces canciller Willy Brandt. Tras la caída del muro de Berlín, Wolf llegó a calificar este hecho como "una gran derrota".

Wolf comenzó su andadura al huir a Rusia escapando del régimen nazi. Su talento sorprendió a las autoridades soviéticas y se libró de participar en la guerra. Tras la contienda, regresó a la Alemania ocupada por la Unión Soviética donde empezó su carrera en el servicio de inteligencia. Dirigió el espionaje exterior a partir de 1952. Pero nadie tuvo una foto de él hasta 1978. Esta capacidad de camuflaje le valió durante años el apodo del "hombre sin rostro".

Con una red móvil de múltiples extensiones y omnipresente en Occidente, Wolf consiguió llegar con sus agentes hasta el cuartel general de la OTAN en Bruselas, donde infiltró un agente que estuvo enviando material durante 20 años hasta ser descubierto en 1989.


En su círculo, Wolf también era conocido por la "Estrategia Romeo". Como si de una imitación de James Bond se tratase, durante su servició en Bonn, antigua capital de Alemania Federal, embaucaba con sus encantos a solitarias secretarias de cargos importantes en organismos públicos y las convertía directa o indirectamente en colaboradoras de la Stasi.

En 1986, Wolf se retiró voluntariamente como jefe de los servicios de espionaje, según algunos, por su descontento con el sistema. Wolf calificó posteriormente este proceso como "el mal camino hacia la comprensión". Tras la caída del muro, la justicia de la Alemania reunificada comenzó a perseguirlo y huyó pidiendo asilo político en Moscú hasta que se entregó en 1991.

A su entrada en Alemania, el fiscal esperaba en la frontera para encausarlo. Fue condenado en 1993 a seis años de prisión por traición a la patria. Cuatro años después fue revocada la sentencia y Wolf quedó en libertad condicional. Wolf pasó su última época como espía retirado dedicándose a escribir libros.

Con su muerte, termina la carrera de uno de los personajes más controvertidos de la Guerra Fría, Un hombre que apoyó una dictadura en nombre de una supuesta "justicia" y nunca mostró arrepentimiento, pero supo sacar conclusiones

"STASILAND" de Anna Funder. Ed. Tempus. 2.009

Casos, documentos y archivos reales que muestran el verdadero poder de la Stasi alemana y algunos de cuales dieron origen a la película La vida de los otros.

Durante años se vendió que en la RDA no existía oposición al comunismo, una afirmación amparada por la historia y la naturaleza de los alemanes del Este, un pueblo disciplinado y educado para obedecer órdenes. Pero más allá de las condiciones naturales existía el poder de la Stasi, la policía secreta de la RDA, que contaba con el mayor número de miembros y confidentes por ciudadano que cualquier otro estado totalitario de la historia.

A través de diferentes entrevistas con antiguos miembros de la Stasi y algunas de sus víctimas, Anna Funder consigue reunir testimonios hasta lograr una visión de una sociedad férreamente controlada. Y nos descubre la acción de la policía secreta en Occidente, su infiltración en medios políticos, cómo vendían a los disidentes por divisas de la Alemania Occidental y qué sucedió en los últimos días de la RDA, desde el punto de vista de quienes debían haberla defendido.

Stasiland fue galardonado con el Samuel Johnson Prize de la BBC para obras de no ficción en 2004, y finalista del Age Book of the Year Awards, el Queensland Premier’s Literary Awards, el Guardian First Book Award, el South Australian Festival Awards for Literature (Innovation in Writing), el Index Freedom of Expression Awards, y el W.H. Heinemann Award.

"ESPIAS, HISTORIA DE LA GUERRA SECRETA" de Eddy Bauer - Javier Aramburu. Ed. Buru Lan. 1.971



8 tomos dedicados por completo a la historia del espionaje hasta los años 70. Completamente ilustrada.

"ESPIAS, AGENTES, SOLDADOS" de Janusz Piekalkiewicz. Ed. Circulo de Lectores. 1.971

"EL GRAN JUEGO!" de Leopold Trepper. Ed. Ariel. 1.975.



Escrito por el propio director de esta organización, la "Rote Kapelle" (La Orquesta Roja o La Capilla Roja, como también es conocida) fue una red de espionaje comunista formada durante la II Guerra Mundial integrada por ciudadanos alemanes en contra de los nazis.

Comenzó a formarse en 1939, cuando Leopold Trepper un agente del Servicio de Inteligencia Militar de la URSS, estableció una red de inteligencia en Europa Occidental. La formación de la red sucedió luego de las purgas stalinistas, donde cayera como cabecilla el legendario General Tucachevsky, en el marco de la política no-beligerante con la Alemania nazi (Pacto de No Agresión, Molotov-Ribbentrop).

Su misión era recoger información en Holanda, Francia, Suiza y Alemania. El círculo de espías tenía tres ramas importantes: la red francesa, belga y la holandesa; la red de Berlín; y el Círculo de "Lucy" que operaba en la segura y neutral Suiza. También hubo una red japonesa. Los miembros de la red eran conocidos por los alemanes como "pianistas", dado que transmitían sus mensajes usando el telégrafo operado manualmente. La red aportó información prioritariamente a los soviéticos, pero también la compartía con los aliados ingleses.

La importancia de la red de Berlín en la II Guerra Mundial fue primordial para desmantelar la estrategia alemana en la batalla de Stalingrado (la Orquesta Roja causó por lo menos la muerte de 250.000 soldados del Eje suministrando detalles estratégico-operativos del Frente del Este, y también intervino suministrando informaciones sobre fabricación de armas y los cohetes V1 y V2).

Por saber, sabía incluso la fecha exacta de la entrada de Alemania en guerra contra la URSS, información sobradamente contrastada que Stalin se negó a creer. Los alemanes descubrieron la red por casualidad, en Bélgica, a fines de 1941; la investigación les reveló que era la red de espionaje más amplia y profunda que poseían los Aliados.

La contrainteligencia alemana terminó descubriendo setenta y cuatro emisoras de la Orquesta Roja; más tarde se descubrió que eran más de quinientas. Las principales funcionaban en Lieja, Gante, Bruselas, Estambul, Atenas, Belgrado, Ginebra, Viena, Roma, París, Ámsterdam, Berlín, Neuchâtel, Madrid, Barcelona, Amberes, Estocolmo, Copenhague, Trondheim, Lyon, Marsella y Lille. Sólo en París había una treintena.

En esas actividades participó la red suiza conocida como Trío Rojo. Su principal agente era Rudolf Roessler, de nombre en clave "Lucy", con uno o varios importantísimos informantes dentro del OKH, todavía hoy desconocidos; su mayor éxito fueron las informaciones previas a la Operación Citadelle. Roessler era considerado un patriota por sus amigos, pero pasaba información a través de Suiza al agente Alejandro Radolfi (Sandor Radó), alias "Dora", que retransmitía sus informes a Moscú. Su hermana estaba casada con el director de orquesta Hermann Scherchen, también colaborador.

Muchos de los agentes eran alemanes de los más diversos estratos de la sociedad, artistas, escritores, estudiantes, comerciantes y militares con tendencias políticas opuestas al régimen, no necesariamente comunistas. Pero el núcleo dirigente estaba formado por comunistas confesos que habían podido escapar a la represión hitleriana: el teniente de la Luftwaffe Harro Schulze-Boysen, sobrino segundo del almirante Tirpitz, y Arvid Harnack del Ministerio de Economía del Reich, sobrino del famoso historiador Adolf von Harnack.

El escritor Adam Kuckhoff, el segundo teniente Herbert Gollnow, J. Wenzel, agente de la Internacional Comunista en Bruselas, la condesa Ericka de Brockdroff y el profesor W. Kraus (Marburgo), quien distribuía el periódico ilegal El Frente Interior, repartía octavillas y reclutaba a trabajadores inmigrantes. Ilse Stöme estaba infiltrada en el Servicio de Información de Asuntos Extranjeros; el coronel de la Luftwaffe Erwin Gras y Horts Helmamm, que operaba en la oficina de claves del contraespionaje, la bailarina Olga Schottmüller, la vidente Anna Krause y el diplomático Rudolf von Scheliha. Al igual que otras asociaciones como el Frente Negro y la Rosa Blanca, luchaban contra Hitler desde dentro.1 La eficacia de la red llegó a ser tal que cualquier decisión del Alto Estado Mayor se conocía por los Aliados sólo con una diferencia de nueve horas desde que era tomada. Pero quizá el más famoso y anónimo espía de la Orquesta Roja fue Leopold Trepper, quien diseñó la arquitectura de la red y era conocido como "Gran Jefe", y se ocupaba de la red francobelga.

La red berlinesa de la Orquesta Roja fue desmantelada en parte por la Gestapo el 31 de agosto de 1942. Se hicieron más de 600 arrestos en Bruselas, París y Berlín. Entre los arrestados había miembros de la Abwehr, Ministerio de Propaganda, Ministerio del Trabajo, Ministerio del Exterior y la oficina administrativa de la ciudad de Berlín.

Los procesos judiciales se llevaron en el más estricto secreto; hubo 58 condenas a muerte, los hombres ahorcados y las mujeres guillotinadas, y muchas otras a cadena perpetua.

"KOCH, EL ESPIA JUDIO DE HITLER" de Michael Bar-Zohar. Ed. Juventud. 1.971



Cuando Bar-Zohar oyó contar por primera vez la sorprendente historia de Koch, el espía judío de Hitler, no daba crédito a la veracidad de la increíble aventura. Jamás le habían hablado de ella. Pero, un día, un legajo de documentos, un apellido, una dirección: Paul Ernst Fackenheim, Ulzburg, Alemania Federal. Allí, veinticinco años después, Bar-Zohar ha descubierto, vivo, al espía judío de Hitler: un hombre condenado a muerte dos veces, primero por los nazis, luego por los ingleses. Koch no es, por otra parte, el espía estereotipado que todos conocemos. Es el anti-héroe por excelencia. Un destino fantástico y cruel le convirtió en espía. El hecho de ser judío no hizo más que añadir una triste dimensión al drama de un hombre de la calle arrojado a la voracidad de los grandes señores de la guerra secreta. Esta es la historia que nos cuenta Bar-Zohar en unas páginas dramáticas, verídicas, que se leen como la más apasionante de las novelas.

"PAPA ESPIA" de JImmy Burns Marañon. Ed. Debate. 2.010



Una historia real con una trama y personajes propios de las novelas de John Le Carré.

Papá espía es la crónica de las actividades de espionaje y propaganda desarrolladas en la España de los años 40, contada a través del trabajo diplomático del encargado de prensa de la embajada británica Tom Burns, padre del autor.

Cuando estalló la guerra en 1939, Burns entró en el Ministerio de Información, que en realidad era el ala propagandística de los servicios secretos. Al frente de dicho cargo, Burns tuvo un destacado papel en la en la guerra de propaganda contra los nazis, que en ese momento tenían un acceso casi absoluto a los medios españoles. El régimen, aunque teóricamente neutral, no disimulaba sus gestos de amistad hacia las potencias del Eje, y España se convirtió en un hervidero de espías nazis que intentaban conquistar el apoyo del país para la causa del Eje. La tarea de Burns era hacer todo lo posible para que Franco se mantuviera neutral con el fin de proteger Gibraltar y el acceso al Mediterráneo occidental.

Historia real con una trama propia de las mejores novelas de espías, Papa espía es el retrato de una convulsa época, con la Operación Mincemeat o los míticos Kim Philby y Juan Pujol (alias Garbo) como telón de fondo.

"CIA, JOYAS DE FAMILIA" de Eric Frattini. Ed.Martinez Roca. 2.008.


n la mañana del 9 de mayo de 1973, James Schlesinger, director de la CIA decidió firmar una ‘directiva’ que ordenaba la recopilación en un solo informe, de todas aquellas operaciones encubiertas ilegales realizadas por la Central de Inteligencia, tanto dentro como fuera de territorio estadounidense. Sin duda, Schlesinger nombrado por el presidente Nixon, DCI de la CIA, tres meses antes, no sabía que estaba jugando con fuego y que sin duda, muchos iban a ser los que iban a quemarse.

Nada más ocupar su despacho en Langley, comenzaron a llegar rumores al nuevo director sobre la participación de operativos de la CIA en el escándalo Watergate, que se encuentra en ese momento en su punto álgido y en el asalto a la consulta del doctor Lewis Fielding, el psiquiatra de Daniel Ellsberg, el analista del Pentágono responsable de la filtración a los medios de comunicación de los llamados ‘Papeles del Pentágono’.

Ellsberg, junto a otros treinta y cuatro investigadores, había sido elegido por el entonces secretario de Defensa, Robert McNamara, para realizar una completa investigación sobre las relaciones entre Estados Unidos y Vietnam. Ellsberg se ocupó de la etapa de la administración Kennedy. El proyecto fue llevado a cabo en dieciocho meses, pero en 1971 y para protestar por la intervención de su país en el sudeste asiático, Daniel Ellsberg filtró al ‘The New York Times’, los llamados ‘Papeles del Pentágono’, cerca de 3.000 páginas de análisis clasificados más otras 4.000 páginas de documentos vinculados, con clasificación de ‘Alto Secreto’ y ‘Alto Secreto-Sensible’. Un equipo de agentes de la CIA, dirigidos por el famoso Howard Hunt, penetró en la consulta del psiquiatra de Ellsberg para robar su historial médico, con el fin de dañar la reputación del analista.

Tras un largo juicio, el juez rechazó los cargos y absolvió a Ellsberg, cuando fue informado por el fiscal especial del Watergate, que dos consejeros de la Casa Blanca de Nixon, Charles Colson y Jebb Magruder, habían ordenado el asalto. El juez alegó que se habían violado los derechos civiles de un ciudadano estadounidense por parte de un órgano del gobierno con ayuda de oficiales de una agencia de seguridad. Este fue uno de los hechos que llegó a oídos del director Schlesinger para redactar la famosa directiva.

El llamado ‘Memorandum Schlesinger’ estaba formado por cuatro puntos claros, y dirigido a todos los empleados y oficiales de la CIA.

-“Recientemente diversos artículos de prensa han detallado ciertas actividades de la CIA con respecto a Howard Hunt y otras partes. El actual conocimiento de estas historias serán investigadas por el Comité de Asignaciones del Senado. Viendo todo esto, la Agencia se limitará a dar asistencia en respuesta a los requerimientos de los funcionarios (del Senado). La Agencia cooperará con los cuerpos de control de Fuerzas de la Ley, sobre sus actividades pasadas y que continúan realizándose”-.

En el punto 2 del memorando, el DCI Schlesinger era mucho más duro: -“Todos los empleados de la CIA deben comprender mi actitud sobre este tipo de asuntos. Yo tengo entre mis poderes, el proteger las actividades de la CIA, aunque siempre sin desviarse de la estricta interpretación de su carta legislativa. En esta posición, yo estoy determinado a que la ley sea respetada y porque este es el mejor camino para fortalecer la legitimidad y necesarias contribuciones que nosotros en la CIA podemos hacer para la seguridad nacional de los Estados Unidos”-.

En el punto 3, James Schlesinger, dejaba bien claros cuales serían sus objetivos:
-“Yo he tomado acciones severas para implementar este objetivo: Yo he ordenado a todos los oficiales operativos de esta agencia, que me informen a mi de forma inmediata de cualquier actividad que se este llevando ahora a cabo, o que hubiese sido llevada a cabo en el pasado, y que fuera realizada fuera de la carta legislativa de esta Agencia; Yo me he dirigido directamente a cada empleado de la CIA para informarme de cualquier actividad de este tipo y de las que tuviera conocimiento. Yo invito a todos los ex–empleados a hacer lo mismo. De cualquier forma para cualquier información puede llamarse a mi secretaria (extensión 6363) y decir que él desea hablar conmigo sobre “actividades fuera de la carta de la CIA”’-.

Para finalizar su escrito a todos los funcionarios y oficiales de operaciones de la CIA, James Schlesinger terminaba diciendo en el punto 4:
-“Para asegurar que las actividades de la Agencia son correctas en el futuro, yo he decidido promulgar una orden a todos los empleados de la CIA: Cualquier empleado de la CIA que crea recibir instrucciones de cualquiera por inconsistente que parezca y que crea contraria a la carta legislativa de la CIA, deberá informar inmediatamente al Director de la Central de Inteligencia”-.

La delicada misión de recopilación de datos fue encomendada a William Colby, subdirector de operaciones; Scott Breckinridge, subinspector general de la CIA; y al director de Seguridad de la Agencia.

En menos de una semana, la CIA debía recopilar en un amplio informe la lista de operaciones clandestinas y definidas por el propio Schlesinger como: ‘Actividades Altamente Volátiles’. Semanas después, un selecto equipo de analistas y agentes de seguridad de la ‘Compañía’, recopilaban en casi 700 páginas, datos, detalles y cifras de operaciones ‘Altamente Volátiles’, como por ejemplo la llamada Operación CHAOS; el programa ilegal COINTELPRO de espionaje doméstico; el Plan HOUSTON, un proyecto de espionaje doméstico dirigido desde la Casa Blanca por los hombres de Nixon; contactos con los ‘fontaneros’ de la Casa Blanca con ex agentes de la CIA como Howard Hunt; el programa de escuchas y registros ilegales; el programa de apertura no autorizada de correo de ciudadanos estadounidenses; planes de asesinato de líderes políticos de Cuba, el Congo o la República Dominicana; los documentos relativos al uso experimental de drogas alucinógenas para experimentos de lavado de cerebro dentro de la llamada Operación MKULTRA; la interceptación de comunicaciones y vigilancia de prestigiosos periodistas de diversos medios de comunicación de los Estados Unidos y así, hasta 300 operaciones que violaban claramente las carta legislativa de la Agencia Central de Inteligencia.

El propio Breckinridge declararía años después: “Ellos fueron separando los informes en pequeños grupos y a su vez, divididos por directorios separados, incluyendo una sección para el material ‘altamente sensible’. Más tarde, los documentos fueron revisados por el Departamento de Justicia para determinar si aquellas páginas mostraban actos delictivos. Si era así, cada página era numerada correlativamente, se incluían páginas en blanco y se dividían en secciones con anotaciones especiales. Al final el Departamento de Justicia, reportó en 693 páginas, diversos asuntos ilegales. Ninguna acusación fue llevada a cabo por parte del Departamento de Justicia”.

Schlesinger, tenía su informe, pero no sabía que al firmar la directiva aquel 9 de mayo, estaba abriendo la ‘Caja de Pandora’ y que ya no iba a poder cerrarse, una vez que los secretos de la CIA, comenzasen a dispersarse.

El DCI había sido nombrado director de la Central de Inteligencia, el 2 de febrero de 1973 por el presidente Richard Nixon, en pleno escándalo ‘Watergate’. Economista y experto en Energía y Seguridad Nacional, el nuevo director de inteligencia procedía de la Reserva Federal y de la poderosa corporación RAND. El primer contacto de James Schlesinger con la inteligencia sucedería a través de la Oficina de Presupuestos. Allí tendría la misión de reducir y controlar los presupuestos ‘secretos’ de la comunidad de inteligencia, con la tarea expresa de despedir a casi un millar de operativos con más de veinte años de servicio. Los espías estadounidenses harían famosa la expresión: “Mister 20añosyfuera”, al referirse a James Schlesinger.

El DCI deseaba conocer de primera mano las operaciones ‘Altamente Volátiles’ que hubieran podido llevar a cabo los espías de la CIA en nombre de los Estados Unidos. Estas operaciones eran definidas por los altos oficiales de Richard Helms, el anterior DCI, como los ‘esqueletos’; los ‘esqueletos del armario’, o sencillamente como, los ‘testículos de la CIA’.

Richard Nixon en los últimos minutos de su deshonrosa presidencia, había decidido cesar fulminantemente a Richard Helms como director de la CIA. Nixon diría posteriormente en sus memorias que Helms, “no le había ayudado lo suficiente en la cuestión del Watergate”. Schlesinger, resultó ser un candidato de consenso y un DCI de ‘transición’.

El 4 de septiembre de 1973, y tras cesar antes a James Schlesinger, Richard Nixon nombró director de la CIA a William Colby, el mismo hombre que reunió las ‘Joyas de Familia’ cuando era el todopoderoso director de operaciones. Nacido el 4 de enero de 1920, en Sant Paul, Minnesota, Colby hizo carrera en el ejército, intentando ampliar sus estudios en Princeton y West Point. Pero la prestigiosa academia militar decidió rechazarlo como candidato, debido a sus problemas visuales.
Sin desistir en su empeño de unirse a la carrera militar, Colby se alistó en la Reserva del Ejército. En agosto de 1941, cuatro meses antes del ataque japonés a Pearl Harbour, William Colby se alistó voluntario en las fuerzas aerotransportadas, pero durante su segundo salto de entrenamiento, se partió un brazo, obligándole a estar de baja durante un algún tiempo. En marzo de 1943, el teniente Colby recibió un día una visita de un militar que dijo pertenecer a la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS). Minutos después, William Colby se unía voluntario, al que sería el precursor de la CIA.
En 1944, sirvió en la Francia ocupada y un año después, en la Noruega ocupada. Tras el fin de la contienda, William Colby se unió al despacho de abogados de William Donovan, el director de la OSS durante la guerra. En junio de 1950 con el estallido de la Guerra de Corea, Colby se unió a la CIA. Tras un breve paso por las estaciones de Estocolmo y Roma, Colby sería nombrado en 1959, jefe de la importante y activa estación de la CIA en Saigon, en plena actividad clandestina de los espías estadounidenses en Asia.

"LA PROPAGANDA NEGRA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL" de Stanley Newcourt-Nowodworski. Ed. Algaba Ediciones. 2.006.




La propaganda negra es la que se difunde con la firma falsa, por ejemplo, de una organización ficticia de la resistencia contra la invasión alemana. En este libro, el autor examina las artes de propaganda negra de Gran Bretaña, de Polonia y de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de 1939, Goebbels ya contralaba la propaganda en Alemania. En este volumen el autor muestra cómo las artes negras contribuyeron a la victoria aliada. Después de la brillante campaña de propaganda de Joseph Goebbels contra Francia entre 1939-40, Gran Bretaña se convirtió en su blanco preferido. Por el contrario, el Gobierno británico desconocía los peligros de la propaganda antes de 1939, y no había tomado la decisión, ni preparado una defensa eficaz contra la maquinaria subversiva de Goebbels.

"SOLDADO DE LA CIA de Robert Baer. Ed. Booket. 2.006



Robert Baer, a quien se ha calificado como el Indiana Jones de la CIA, ha sido agente durante veintiún años y ha realizado operaciones clandestinas en Iraq, Afganistán, Líbano y Sudán, arriesgando con frecuencia su vida. Disconforme con la evolución actual de la Agencia, la abandonó en 1997 y decidió contar su vida como agente para denunciar la decadencia de una institución que es hoy incapaz de enfrentarse al terrorismo.

Esta es la primera vez que un agente importante de la CIA nos cuenta la realidad de su trabajo cotidiano de corrupción y contraterrorismo en el marco convulso de Oriente Próximo. Su relato se lee como una novela de espionaje, pero tiene, por otra parte, el interés de descubrirnos cómo ha actuado la CIA en los últimos veinticinco años, y de mostrarnos las limitaciones y la incompetencia de uno de los instrumentos esenciales con los que Estados Unidos ha pretendido gobernar el mundo.

"EL ENIGMA DEL ALMIRANTE CANARIS" de Richard Bassett. Ed. Critica. 2.006





La historia de Wilheim Canaris, el jefe del espionaje de Hitler, ahorcado por los nazis en abril de 1945, encierra un misterio que Richard Bassett ha procurado descifrar, usando documentos y testimonios hasta hoy inéditos, para aclarar la conducta del hombre que, desde dentro mismo del régimen nazi, trató, según sus propias palabras, de oponerse "a la locura de Hitler, que conducía a Alemania a la destrucción". "

"LA HISTORIA SECRETA DE LA CIA" de Joseph J. Trento Ed, Peninsula. 2.003

“Kennedy había decidido abandonar el espionaje encubierto a favor de la inteligencia electrónica, la única que había proporcionado verdaderos resultados”

La CIA no ganó la guerra fría. De hecho hizo muchísimo porque Occidente la perdiese. Ese es el juicio devastador del autor. Y es un juicio apoyado en una investigación basada en las entrevistas a diversos miembros de la CIA, destacando por encima de todos James Jesus Angleton, Mother, el brujo negro del contraespionaje americano.

La CIA, la anglófila CIA, fue ante todo un deseo de Allen Dulles, un mujeriego fantasioso. Igual que su célebre hermano, la vida de abogado en Nueva York le resultaba insoportablemente aburrida. Quería aventura, quería mujeres y quería poder. Y una agencia estatal de espionaje se la podía proporcionar. Que no tuviese la más mínima capacidad para dirigirla, o la más simple idea de cómo reclutar personal que pudiese hacer el trabajo que se esperaba de ellos, no le importaba. Mujeres, viajes y misterio. Eso es lo único que quería Allen Dulles. Para organizar su nuevo reino no dudó en recurrir a un profesional en la materia: Kim Philby.

Dulles creó una dinastía de “espias” semejante a él. Personajes solo interesados en la buena vida, en la fácil existencia en países baratos donde era sencillo conseguir amantes jóvenes y alcohol a precio de saldo. Para justificar su estilo de vida se “producía” información por el simple método de comprársela a cualquiera que estuviese dispuesto a venderla…Normalmente agentes del KGB.

Durante toda la guerra fría el KGB manipuló e infiltró a la CIA siempre que le vino en gana, y la CIA mantuvo virtualmente ciegos a los presidentes de EEUU siempre que se la necesitó. Una y otra vez la CIA se equivocaba, pero sus contactos de alto nivel, y la nube de mentiras que difundía sobre su importancia le permitían salvarse. Y eso a pesar de que los medios electrónicos de espionaje, como el programa VENONA, producían un material de alta calidad que la CIA no podía ni soñar con conseguir.

El libro es audaz y atrevido. Acusa incluso a la cúpula soviética de haber ordenado el asesinato de JFK, que fue una operación entre miembros del politburó opuestos a Kruschev y los servicios de inteligencia cubanos, con la que se privaba al líder comunista de su principal aliado y se enviaba un mensaje a Castro de total apoyo a su régimen.

Se trata, no hay que olvidarlo, de la versión de la historia oficial por parte de exagentes de la CIA, que fueron expulsados normalmente en situaciones poco claras. Aún así los juicios del autor están bien asentados en datos, y muchos son de una dolorosa evidencia: Como que la CIA apoyó activamente a los grandes traficantes del triangulo de oro y que fue incapaz de proporcionar a las tropas en Vietnam informaciones de interés. Su incompetencia alcanzó el límite más desastroso durante la ofensiva Tet, que la CIA no se había cansado de afirmar que era imposible, y que incluso en el caso de producirse, jamás podría afectar a Saigón.

Solo la KGB sale bien parada en este libro. Una organización profesional, eficiente y despiadada, cuyos miembros solo actuaban con un objetivo: El éxito.

No deja de resultar curioso que la imagen que las novelas de espías occidentales suelen dar de los agentes soviéticos sea en realidad la de los agentes de la CIA: Individuos solo preocupados por la comodidad material, sin auténticos ideales, que engañan y sobornan a otros , y que camuflan su incompetencia, incluso bordeando la traición, para poder seguir disfrutando de sus privilegios.

Teniendo en cuenta los recientes “éxitos” de la CIA en la lucha contra el terror, me temo que tenga que darle un voto de confianza al autor.

"SERVICIO ESPECIAL" de Jose Ignacio San Martin Ed. Planeta. 1.983.


Autor de este libro , que lo escribió en el período comprendido entre finales de febrero y primeros de septiembre de 1981, mientras se encontraba en prisión preventiva.

Destaca en el contexto de la obra que los fallos y deficiencias del sistema actuaron en su contra más que los méritos de sus adversarios, citando a este respecto una frase de Ángel Ossorio y Gallardo en su libro sobre Cambó: “Los regímenes no se derrumban por el ataque de sus adversarios, sino por la aflicción y el alejamiento de quienes deberían sostenerlos”.

"EL GRITO DE TROSKY" de José Ramón Garmabella



En agosto de 1940, Trotski en su casa-fortaleza de Coyoacán, en México DF, ultimaba un libro sobre Stalin, que dejó inacabado; incluso la introducción: "La primera cualidad de Stalin era una actitud despectiva hacia las ideas. La idea había...", y ahí se quedó, pues como es sabido el 20 de agosto un tal Frank Jacson o Jacques Mornard, en realidad el comunista español Ramón Mercader del Río, le asesinó clavándole en la cabeza un piolet (Padura) o un zapapico (según Julián Gorkin, autor del muy célebre, por razones que ahora no hacen al caso, Cómo asesinó Stalin a Trotsky). Me detengo en Gorkin: en la contracubierta de una edición barata de 1965, se escribe: "...la obra es una verdadera novela de acción, cuya base real hace más dramática esta historia". Esta historia, el asesinato de Trotski, es lo que cuenta Leonardo Padura, autor de una estimable serie policiaca, en la que radiografía moralmente -quédense con el adverbio- Cuba. El hombre que amaba a los perros es, sí, el relato pormenorizado del asesinato de Trotski, contado con gran nervio narrativo -es en sí misma una apasionante novela de lealtades, u obediencias: no es lo mismo, y traiciones, y también, claro, una película: la hizo Losey en 1972-; es también una pormenorizada reconstrucción de los últimos años de la vida errante de Trotski, presintiendo que Stalin le alcanzaría; y es, por último, la historia de un joven cubano, Iván, para quien la vida es un callejón sin salida y que conoce en 1977, en una playa, a un hombre que amaba a los perros, que pasea dos viejos galgos rusos, dos borzois, esos animales que tanto amó -también- Trotski, como ama -también- el cubano a los perros en general. Ese misterioso español, enfermo y abandonado, le confía su secreto; el lector ya lo adivina enseguida, Iván tarda más: es Ramón Mercader, quien falleció en Cuba en 1978. Los perros, pues, con una insistencia que a mí no me acaba de convencer, unirán las tres historias y con las tres Padura ha escrito una ambiciosa novela, que se lee con mucho interés, aunque tal vez se hubiera beneficiado con una mayor capacidad de síntesis. La parte del Trotski huyendo es muy prolija, como si Padura no hubiera acertado al manejar la mucha documentación; la parte de Mercader no se libra tampoco de un exceso de datos, aunque es la que mejor fluye; y, por fin, la parte cubana, con la que Padura está comprometido moralmente, es por sí misma una novela: es acertado ese "efecto mariposa" de la utopía socialista y cómo aquella barbarie estalinista acaba, tantos años después, tantos sueños rotos después, tanta sangre derramada después, perjudicando las vidas anónimas como las de Iván o Ana, su mujer, también ella amaba a los perros. El único pero, pues, aunque estructural, que cabría hacer es éste, que nos da seiscientas páginas, donde caben tres novelas, y el total se resiente algo. En cambio, la ambición se le reconoce..

"LAS GUERRAS SECRETAS DE LA CIA" de Bob Woodward

En esta obra se analiza, uno de los periodos más oscuros y controvertidos de la historia de la agencia; el tiempo que estuvo dirigida por William Casey , esto es, desde 1981 hasta su muerte en 1987 a pocos días de tener que declarar ante la Comisión Tower encargada de investigar los entresijos del caso ‘Irangate’. El autor recoge detalles poco conocidos sobre algunos de los acontecimientos más destacados que marcaron aquellos años: el atentado contra Reagan a la salida del Hotel Hilton de Washington o la incapacidad de los servicios de inteligencia para prevenir el asesinato de Sadat en Egipto y evitar el arresto de cinco mil activistas del sindicato ‘Solidaridad’ en Polonia.

"GARBO, DOBRE AGENTE" de Thomas Harris. Ed. Martinez Roca. 2.004

J

De los miles de españoles que lucharon en uno u otro bando durante la Segunda Guerra Mundial, probablemente sea Juan Pujol el que más influencia tuvo en el curso de los acontecimientos históricos. Durante más de cuatro años fue en apariencia el jefe de la mayor red de espionaje alemana que operaba desde Gran Bretaña, pero en realidad trabajaba para el MI5 como agente doble.

Pujol había desertado del ejército republicano en la Guerra Civil. Sus vivencias en la Cataluña de los primeros meses de la guerra y luego durante los horrores del primer franquismo le hicieron pensar que la única forma de volver a su anterior vida de pequeño comerciante acomodado era que Inglaterra ganase la guerra mundial, y no se le ocurrió mejor modo de ayudar a la causa británica que ofrecerse como agente secreto utilizando su aparente militancia franquista para contactar con los alemanes. Las circunstancias le concedieron luego la suerte poco común de poder cambiar la historia.

El presente libro no es el primero que se publica sobre la historia de Juan Pujol, aunque sí que es el primero que llega a nuestro país. Se trata del informe que Tomás Harris, el oficial del MI5 que dirigió el caso Garbo, redactó en 1945 con una pequeña introducción que resume los hechos y nos introduce en el marco histórico, y resulta curioso el hecho de que los responsables de la editorial Martínez Roca hayan mantenido un tipo de letra muy parecido al original mecanografiado hace sesenta años, lo que le da interior del volumen un aspecto cuanto menos extraño. En cualquier caso, el contenido resulta mucho más interesante que el continente. Podemos decir que estamos ante un manual de los métodos utilizados por el MI5 y el Abwehr en la segunda guerra mundial, con múltiples anexos en los que podemos encontrar desde los métodos de cifrado alemanes y sus técnicas de radio hasta un dossier completo de documentos del estado mayor nazi que demuestran el éxito de la red Garbo. Pero además, la narración de Harris es lo suficientemente ágil como para que pueda leerse como una novela de espías especialmente prolija aunque, eso sí, los únicos hechos novelescos que ocurren están en la imaginación de Pujol, que consiguió convencer a sus controladores nazis de que era poco menos que un James Bond secundado por decenas de agentes inexistentes sin moverse de las bastante más prosaicas oficinas del MI5 en Londres.

Para el amante de los libros de historias de la Historia es además una oportunidad para conocer cómo lograron los aliados convencer a Hitler mediante la red Garbo de la existencia de todo un grupo de ejércitos, el FUSAG (Primer Grupo de Ejércitos de los Estados Unidos), listo para invadir Francia por el paso de Calais mientras el ataque real tenía lugar en Normandía, sin duda uno de los episodios más conocidos de la Segunda Guerra Mundial, la llamada operación Fortaleza, plasmada en obras de ficción como La isla de las tormentas de Ken Follet. También es una muestra de cómo los aliados ganaron la guerra de los servicios de información prácticamente desde el principio, consiguiendo engañar completamente a los alemanes. Y resulta curioso que el principal responsable de ello, junto al equipo de Bletchley Park que descifró los códigos Enigma, fuese un español, que lo hizo tan bien que llegó a merecer una Cruz de Hierro alemana y ser nombrado miembro de la Orden del Imperio Británico.
El autor

Tomas Harris
Tomás Harris, mitad español, mitad inglés. fue tratante de arte y artista, y viajó por toda España. Graduado en Cambridge junto a Guy Burgess y Anthony Blunt, entró en el oscuro mundo de la inteligencia británica de la mano del propio Burgess. Posiblemente Harris engrosó las filas del MI5 como resultado de su amistad con Anthony Blunt, enrolado en el servicio secreto británico en 1940.
Tras la guerra, Harris volvió al mundo del arte y pasó la mayor parte de su vida en España. Vivía en Mallorca cuando murió en un accidente de coche en 1964.

EL EXPEDIENTE EINSTEIN" de Fred Jerome. Ed. Planeta. 2.002



lbert Einstein fue un gran científico. Miembro de un exclusivo club del que forman parte muy pocos: Newton, sin duda, seguramente también Darwin... Sin embargo, y a pesar de que los nombres de esos colegas suyos en la grandeza desafían el paso del tiempo, hay algo especial en el caso de Einstein, algo que le hace más próximo, más admirado, más "popular". Es posible, por supuesto, que ello se deba a la cercanía temporal, pero yo pienso que hay más: que reconocemos en él a un científico, a un grandísimo científico, al que nada de lo humano le fue ajeno; que aunque se pueda y deba decir que su obra y la historia de la física del siglo XX tienen mucho que ver, no es menos correcto añadir que su vida fue un espléndido espejo del siglo XX, de todo el siglo XX y no sólo del científico.


El expediente Einstein constituye una magnífica prueba de lo que estoy diciendo. Se trata de un libro basado en el voluminoso expediente (unas mil quinientas páginas) que el FBI (Federal Bureau of Investigation) estadounidense reunió desde 1932 -antes, por consiguiente, de que Einstein se instalara definitivamente en Estados Unidos- hasta su muerte, acaecida en 1955. Aquel primer documento es un denso escrito de una Corporación de Mujeres Patrióticas, que se dirigió al Departamento de Estado solicitando que le fuese denegada la entrada en el país al físico germano, que iba a pasar un semestre en Princeton. Para aquel grupo, Einstein era el "líder del nuevo pacifismo militante". "Ni el propio Stalin", señalaban, "pertenece a tantos grupos internacionales anarco-comunistas dedicados a promover esa condición preliminar de la revolución mundial y la anarquía completa".

Sin embargo, en realidad
Einstein es una excusa de la que se sirve el autor de este libro, el periodista Fred Jerome, para reconstruir desde una perspectiva diferente a la habitual una época especialmente siniestra de la historia de Estados Unidos: aquélla en la que sobresalieron personajes como Edgar Hoover, el todopoderoso director del FBI, junto a Einstein el otro gran protagonista de esta obra, o el senador por Wisconsin, Joseph McCarthy; y comités como el dedicado a investigar las actividades antiamericanas, entre las que, por cierto, no se encontraba una de las que combatió Einstein, el linchamiento de afroamericanos, sólo, o básicamente, cualquier cosa que sonase a "comunista".

Al mismo tiempo que reconstruye esa triste historia, acaso no tan lejana o extraña hoy día como muchos desearíamos, una historia, la de los comienzos de la guerra fría y la era atómica, dominada por atributos tan poco deseables como la brutalidad, zafiedad, ignorancia, racismo, antisemitismo y el anticomunismo más feroz, Jerome enriquece nuestro conocimiento de la biografía de Einstein, el supremo objetivo de los desvelos de Hoover, y su gran fracaso: tras coleccionar cantidades ingentes de pruebas para demostrar lo que Einstein habría contado con facilidad a cualquiera: que había apoyado a un gran número de organizaciones radicales, Hoover se dio cuenta de que no podía utilizar públicamente esa información. Sin algo más sustancioso, Einstein era simplemente demasiado popular y no se avergonzaba de sus principios; más aún, jugó con habilidad sus cartas, mostrándose como un astuto estratega político.

El expediente Einstein es, en definitiva, un excelente libro, que enseña cosas interesantes del pasado, cosas que nos pueden servir para enfrentarnos mejor con el presente y encauzar con mayor sabiduría el futuro; un libro, por consiguiente, que cumple con uno de los objetivos básicos de la historia. Pero como con frecuencia ocurre, también es la cresta de un inmenso iceberg que espera su Fred Jerome. Hoy cualquiera puede averiguar a través de los medios que pone a nuestra disposición Internet que el Expediente Einstein es uno entre cientos más, entre los que se encuentran los dedicados a, por ejemplo, personas tan destacadas como Bertolt Brecht, William Faulkner, John F. Kennedy, Thomas Mann, George Orwell, Pablo Picasso, Eleanor Roosevelt o John Steinbeck.

"PHILBY; EL TERCER HOMBRE" de E.H. Cookridge. Ed. Plaza & Janes. 1.968.


Philby, el Tercer Hombre de E.H. Cookridge:
En este libro se ofrece el primer relato completo de la fantástica doble vida de Philby, desde sus días de estudiante en Cambridge hasta su huída a la Unión Soviética en 1963.

En Philby, el Tercer Hombre, el autor hace un vívido relato de las actividades de este agente doble, extraordinariamente afortunado, que superó a espías modernos tan notorios como Sorge, Abel, Sobel, Londsdale y Blake.

"KLAUS FUCHS, EL ESPIA ATOMICO" de R. Chadwell Williams. Ed. Labor. 1990


Perseguido por el régimen nazi debido a su filiación política, Fuchs se exilió en Gran Bretaña y le concedieron la nacionalidad británica, fue reclutado primero por los ingleses y después por los norteamericanos para trabajar en sus correspondientes proyectos de armas nucleares. Fuchs pasó a la Unión Soviética toda la información confidencial sobre armamento nuclear. Mantuvo una doble vida de agente secreto, llena de citas a ciegas y encuentros furtivos, digna de la mejor novela del género.

"EL MURO DE BERLIN" de Frederick Taylor. Ed. RBA. 2.010.


El británico Frederick Taylor (1945), autor de un impresionante libro sobre el bombardeo de Dresde, cuenta en El muro de Berlín cómo se construyó, qué representó y como cayó. Tras una larga introducción sobre la historia de la ciudad, el libro cobra vigor cuando entra en materia, es decir a partir de 1945. Dividido en cuatro sectores de ocupación correspondientes a las cuatro potencias vencedoras, pero situado dentro de las fronteras de la zona soviética, Berlín era una anomalía en el mapa. En junio de 1948 se produjo una prueba de fuerza crucial, cuando Stalin bloqueó los accesos a Berlín occidental. El dilema parecía ser la cesión frente a las pretensiones del dictador soviético o la guerra, pero Estados Unidos y sus aliados encontraron una salida que demostró a la vez su enorme capacidad tecnológica, su voluntad de defender a la Europa libre y su prudencia: el puente aéreo. Durante meses los dos millones y medio de berlineses occidentales recibieron por vía aérea los suministros necesarios para su supervivencia. Los aviones llegaron a aterrizar al inconcebible ritmo de uno cada 72 segundos. En 1949 Stalin renunció al bloqueo. Se trata de un episodio poco recordado en España, pero que representó una inflexión crucial en la historia de Europa.

Unos años después la muerte de Stalin despertó en Alemania oriental ilusiones de libertad muy pronto ahogadas en sangre. El 17 de junio de 1953 los tanques soviéticos intervinieron contra los trabajadores berlineses que se manifestaban contra el régimen comunista. Se calcula que 200 alemanes orientales murieron en los enfrentamientos y otros 200 fueron ejecutados después. Brecht comentó irónicamente en un poema si el gobierno, que había perdido la confianza en su pueblo, no debería disolverlo y elegir otro. De hecho, el régimen de la RDA no recuperó nunca la confianza en sus ciudadanos y para evitar que las protestas de 1953 se repitieran recurrió a la doble vía de inflar hasta niveles disparatados el número de agentes e informantes de la policía política y de asegurar un mínimo de bienestar material. Por su parte el pueblo votó masivamente con los pies: cientos de miles de alemanes orientales cruzaron a Alemania occidental, donde el milagro económico de aquellos años ofrecía un nivel de vida muy superior. Esa huida permanente de profesionales y trabajadores cualificados amenazaba la supervivencia del régimen y Berlín occidental era la puerta de escape. Una noche de agosto de 1961 comenzó a levantarse el muro y ese domingo los berlineses se despertaron en una ciudad dividida.

A lo largo de los años siguientes cerca de un centenar de alemanes, como mínimo, murieron cuando trataban de cruzar el muro. En comparación con las matanzas perpetradas por las tiranías sanguinarias que tanto abundaron en el siglo pasado, puede parecer una cifra muy pequeña. Sin embargo, según comentó una vez Stalin, que de asesinatos masivos entendía mucho, una muerte es una tragedia pero un millón de muertes no es más que una estadística. Las del muro fueron muertes individuales de jóvenes que tenían un rostro, una biografía y que en alguna ocasión perdieron la vida ante los ojos horrorizados de compatriotas occidentales que contemplaban su tragedia desde el otro lado de la frontera. Las imágenes de quienes se jugaban la vida para huir del supuesto paraíso de los trabajadores fueron la peor propaganda para el sistema comunista y los dirigentes orientales eran conscientes de ello. Nunca se atrevieron sin embargo a prescindir del muro, por temor a que se reanudara el éxodo. Tras los horrores de 1953, la RDA no era un régimen sanguinario, era una dictadura mediocre que había desarrollado una obsesión paranoica por espiar a sus ciudadanos. Una película reciente, La vida de los otros, lo refleja tan bien como muchos libros. Medio atemorizada, medio resignada, la población disfrutaba de un nivel de vida que no parecía tan bajo en el contexto de la Europa comunista. El régimen se esforzaba en ocultar el progresivo hundimiento de su economía. Se desarrolló incluso una variedad de exportaciones: la de los presos políticos enviados a Occidente previo pago.

El capítulo más apasionante de El muro de Berlín es el que narra diversos episodios de fugas a Occidente. Quizá la más insólita la protagonizó un joven occidental que se trajo a su novia y a su futura suegra en un automóvil de tan poca altura como para poder cruzar por debajo de una barrera bajada. Veinte años después de la desaparición del muro es difícil creer que escenas semejantes pudieran producirse en el corazón de Europa.

"INVITACION A UNA ENCUESTA" de Walter y Miriam Schneir. Editorial de Ciencias Sociales,, 1.985.


Ethel Greenglass Rosenberg (Nueva York, 28 de septiembre de 1915 - 19 de junio de 1953) y Julius Rosenberg (Nueva York, 12 de mayo de 1918 - 19 de junio de 1953) fue un matrimonio de Estados Unidos de América ejecutados en la silla eléctrica acusados de espionaje. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos

Nacidos en el seno de familia judía, Julius Rosenberg era ingeniero eléctrico, mientras su esposa Ethel era aspirante a actriz y cantante. Ambos formaron parte de la Young Communist League, las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos.

El origen del juicio y ejecución de este matrimonio hay que buscarlo en las filtraciones de secretos nucleares acontecidas tanto en el centro de investigación nuclear de Los Álamos como en la Universidad de Berkeley, donde existía un importante sector simpatizante de la izquierda, especialmente entre los científicos. Un antiguo maquinista del centro super-secreto de Los Álamos, el sargento David Greenglass, hermano de Ethel, confesó haber pasado secretos a los rusos y acusó asimismo a su hermana y al esposo de ésta, confesión que condujo directamente hacia el matrimonio Rosenberg, que fue detenido, acusado y juzgado por espionaje.

Aún hoy, se considera que el juicio a que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo. Ciertas o no las acusaciones de espionaje, ambos fueron ejecutados en virtud de la Ley de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, si bien en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, Estados Unidos no estaba en guerra con la Unión Soviética. Al comparar este caso con otros de la misma índole, resueltos con penas mucho más leves a pesar de existir pruebas más concluyentes, como el caso de Klaus Fuchs, condenado a 14 años de prisión tras haber espiado a los Estados Unidos en favor de la Unión Soviética, se observa un mayor agravio, impulsado por el ambiente anti-comunista y el miedo imperante en la sociedad estadounidense a un inminente enfrentamiento con la Unión Soviética lo que habría originado el «Mccarthismo». Hay que considerar que en esa época se vivía la Guerra de Corea (25 de junio de 1950 al 27 de julio de 1953). Este era un conflicto entre Corea del Norte (comunista) y Corea del Sur (capitalista), pero a la vez era una guerra no oficial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, conocida como Guerra Fría. Es por ello que, en el juicio, se acusó al matrimonio Rosenberg de haber revelado los secretos de la bomba atómica a los soviéticos, dando lugar supuestamente al equilibrio nuclear con los soviéticos y se les hizo responsables de las numerosas bajas estadounidenses durante la Guerra de Corea.

Ambos fueron finalmente ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, y, de acuerdo con las crónicas del caso, aunque Julius murió a la primera descarga, su esposa Ethel, a pesar de ser una mujer más pequeña y supuestamente frágil, resistió hasta tres descargas eléctricas antes de fallecer, hecho del que se responsabilizó al diseño de la silla, construida para una persona de mayor envergadura y cuyos electrodos al parecer no se ajustaban «adecuadamente» al cuerpo de la mujer.

Años después, en 1966, David Greenglass, hermano de Ethel, quien pasó 10 años en prisión y que había sido sentenciado a solo 15 años de condena por su confesión y colaboración, manifestó haber acusado falsamente a su hermana y cuñado bajo las amenazas del FBI. En las memorias de Nikita Khrushchev, publicadas póstumamente en 1990, el ex primer ministro soviético alaba al matrimonio Rosenberg por su "muy significativa ayuda en acelerar la producción de nuestra bomba atómica", pero los analistas creen que la validez de su aporte no pudo ser tan importante. En 1995, luego de finalizada la Guerra Fría, diversas investigaciones del FBI y de los servicios de inteligencia norteamericanos, integradas en el «Proyecto Venona», parecen haber encontrado evidencias de que Julius Rosenberg trabajaba para los servicios de espionaje soviéticos, pero no así su esposa Ethel.

"EL SERVICIO SECRETO" de Ronald Seth. Ed. Maye. 1.962

"JUEGO DE TOPOS" de Desmond Bristow & Bill Bristow. Ediciones B. 1.993.


Memorias del jefe de la sección española del servicio secreto británico.

"EL SIGNIFICADO DE LA TRAICION" de Rebecca West, Ed. Reino de Redonda, 2.011,



La noción de traición o deslealtad es propia de las naciones más cultas y sofisticadas. Muy corto hay que ser de entendederas para pedir peras al olmo. La historia de los reyes godos en España es un buen ejemplo de monarquías fratricidas, y es de lamentar que no hayamos tenido un Racine, un Marlowe, un Schiller de los Wambas y Chindasvintos y Suintilas. En los tiempos que corren, muchos de estos conceptos – deslealtad o traición- resultan marcianos, hasta tal punto han degenerado tan cruciales materias en la amilanada Europa actual, no digamos en España, el paraíso del tarugo mediático. Por estas razones y por muchas otras que no vienen a cuento, resulta tan esclarecedora como extravagante, la historia de los traidores ingleses del siglo XX, escrita por Rebecca West en El significado de la traición, 1949. No en vano, Shakespeare plasmó como nadie las palpitantes tripas de los personajes más tenebrosos del teatro europeo, por ejemplo el satánico Edmund del Rey Lear. Si su materia procedía del campo de la realidad – los cronicones medievales britanos- o del infinito páramo de su jovial invención, a estas alturas de la película, resulta irrelevante. Rebecca West tiene un olfato de lince para los copiosos Edmund del Telón de Acero. De ahí, la delicia de sumergirse en su enciclopedia de los legendarios topos dela Gran Bretaña durantela Segunda Guerra Mundial y la llamada Guerra Fría.

La historia de John Amery puede valer como ejemplo del tono y calado narrativo del libro. La criatura fue un trasto en su infancia, el niño pasaba de ser un sol a ser una bomba de relojería con patas. Hay personas que siempre tienen quince años, nos dice la autora con fina guasa. La guinda de su semblanza, se nos cuenta, fue su estancia en España, durante la GuerraCivil, en el bando de Franco. Nadie sabe si traficaba con armas o era un sofista consumado, un charlatán distinguido. Sin duda, con tales elementos, la victoria era pan comido. Rebecca West tiene una curiosa teoría sobre Londres, dividido por el Támesis, entre la orilla imperial, la de Westminster y Trafalgar Square, y la orilla canalla, la del Globe, el teatro isabelino de Shakespeare. Amery era un producto de la orilla angelical, la más culta y sofisticada. El humor britano hila tan fino que las más de las veces se queda uno a dos velas. Amery era un caballero, nos dice la autora, que estuvo unida a Herbert George Wells, el creador de El hombre invisible. Disfrutó de todos los privilegios de su clase y los fulminó uno por uno. Un auténtico artista del alambre circense. Colaboró con Himmler en el Berlín nazi y fue confidente de Mussolini en su refugio de Saló, hasta terminar ahorcado en una prisión de Londres en 1945. La constelación de tales semblanzas fascinó a la autora y el lector más arisco quedará atrapado en las turbias redes de tan fantástica lectura.

CÉSAR PÉREZ GRACIA

"LA GUERRA SE GANO EN SUIZA" de Pierre Accoce - Pierre Ouet. Ed. Plaza & Janes. 1.967

"LOS SECRETOS DEL SERVICIO SECRETO SOVIETICO" de J.r.d. Bourcart. Ed. Mateu. 1.963

Estudio del espionaje ruso en sus distintas facetas -militar, política, económica- que de acuerdo al autor, ha sido el organismo clandestino que, después de la Segunda Guerra Mundial, ha envuelto en sus redes a todas las naciones del planeta y se infiltra en sus estructuras.

"EL CASO DEL ESPIA SORGE" de Hans Otto Meissner



Nadie como Richard Sorge influyó de una manera tan fatídica para Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, pues descubrió que Japón no estaba dispuesto a caer sobre Rusia por la espalda, por lo cual se atrevió Stalin a trasladar las divisiones siberianas para salvar a un Moscú que se hallaba gravemente amenazado por los alemanes. No obstante, ésta fue sólo una de sus más espectaculares acciones de espionaje, entre las cuales se ha de incluir el descubrimiento de los proyectos bélicos de Japón contra Estados Unidos, si bien los japoneses consiguieron probar la culpabilidad de Sorge en este su último gran golpe, por lo cual nuestro hombre no pudo ya salvar el cuello del nudo corredizo que, según parece, puso fin a su vida, en noviembre de 1944, en la prisión de Sugano. Sin embargo, son muchos los hechos que inclinan a dudar de la veracidad de esta versión de su muerte. Richard Sorge, hijo de padre alemán y madre rusa y nieto del secretario particular de Karl Marx, estaba poseído por la ambición de influir en los destinos del mundo mediante el manejo de los hilos entre bastidores.


Sobre el autor

Hijo del prominente diplomático alemán Otto Meissner, Hans-Otto Meissner (1909-1992) estudió derecho en Heidelberg y Cambridge, entrando posteriormente en la carrera diplomática, que lo llevó entre otras ciudades a Londres, Tokio, Moscú y Milán. Cuando la dejó en 1945, publicó una serie de libros que alcanzaron elevadas tiradas.

"EL ALMIRANTE CANARIS" de Karl Heinz Abshagen. Ed. Espasa Calpe 1.962

"CINE DE ESPIAS, LAS 100 MEJORES PELICULAS DEL GENERO" de Luis Miguel Carmona. Ed, Cacitel. 2.006



Un exhaustivo repaso a la amplia filmografía sobre el espionaje: James Bond, las sagas, los filmes de Alfred Hitchcock, parodias, principales fuentes literarias, el boom de las producciones europeas, espias reales en la pantalla, espionaje en la Segunda Guerra Mundial, la CIA y la Guerra Fría, etc. Más de 600 carteles y numerosas fotografías.

"ESPIONAJE, ESPAÑA 1936 - 1.939" de Pastor Petit. Ed. Bruguera. 1.977



Los Servicios de Espionaje en la Guerra Civil Española (1936 -1939). Libro que narra algunos episodios del espionaje en la guerra civil.

"MISIONES SECRETAS" de Otto Skorzeny. Ed. Destino. 1.951


La figura de Otto Skorzeny se ha ganado un lugar de privilegio en la hsitoria militar. Así como se han difundido sus fabulosas hazañas, también se lo ha calificado como "el hombre más peligroso de Europa'". Este oficial de la S.S., que tuvo la audacia de arrebatar a Mussolini de las propias manos de los italianos, narra con un estilo claro y ameno sus extraordinarias aventuras. Los esfuerzos de los hombres que fraguaron el ingenioso y audaz plan para llevar a cabo la "MISIÓN MUSSOLINI", nos parecen las fantasías de un novelista imaginativo. Si no tuviéramos la certeza de su realidad, nos resistiríamos a creer que ésta fuera una posibilidad practicable. Esta operación no es más que un capítulo de los muchos que realizó Skorzeny. Durante su azarosa vida, intervino en cuanta misión peligrosa cabe imaginar, desde la organización de los comandos hasta el espionaje y el sabotaje detrás de las líneas enemigas. Pero en ocasiones, como en ésta, la realidad es más fantástica que la imaginación. Pues probablemente no se haya escrito un libro de aventuras tan prodigiosas como las que aquí relata el Mayor Otto Skorzeny. Sieghels 2009-204 paginas con fotografias. N° de ref. de la librería 7279

"EL ENIGMA HESS" de Martin Allen. Ed. Planeta. 2.006

El autor publicó previamente "El Rey Traidor", un exitoso ensayo en el cual profundizó la relación entre Eduardo VIII de Inglaterra y los nazis.

A partir de este libro, abordó con sobrados antecedentes, un tema muy singular de la Segunda Guerra Mundial, como fue el sorpresivo salto en paracaidas del número dos de la Alemania nazi, Rudolf Hess en Escocia en 1941, para quedar desde entonces detenido hasta su muerte solitaria en la prisión de Sapandau en agosto de 1987.

Para Allen, durante más de sesenta años "se ha estado tapando con mentiras un secreto político de consecuencias potencialmente devastadoras".

Este secreto, es que en el momento que Gran Bretaña luchaba en solitario contra el Eje, sus dirigentes encabezados por Churchill, llegan a la conclusión realista de que no podían ganar la guerra europea y que la única alternativa para evitar la derrota era lograr que Rusia y los EE.UU. entrar en la guerra contra los nazis.

A partir de ello, los servicios de inteligencia británicos se abocan a provocar que eso sea así. Es decir a llevar a Hitler a que vaya a la guerra contra ambos países, que era la única alternativa para evitar la derrota británica.

También el año pasado, apareció el libro de Maichel Dobbs "La Hora de Churchill" en el cual analiza como Gran Bretaña actuó deliberadamente para provocar el ataque japonés a EE.UU., que necesitaba para ganar la guerra.

Paralelamente, se actuaba para provocar el ataque alemán a Rusia.

La estrategia elegida, fue hacer creer a Hitler que si atacaba a los soviéticos, entonces el bando británico pacifista supuestamente encabezado por Lord Halifax, depondría a Churchill y aceptaría la paz con Gran Bretaña.

Creyendo Hitler que este bando realmente existía, se decide a atacar a Rusia y propone al hipotético gobierno británico pacifista que supuestamente iba a hacerse cargo del poder, retirarse de Francia, Holanda, Dinamarca y parte de Polonia.

Como suele suceder con estos planes, se van de control y creyendo los alemanes que la crisis británica es inminente, Hess con conocimiento de Hitler decide ir a Gran Bretaña a cerrar el acuerdo con el nuevo gobierno británico que iba a desplazar a Churchill con intención de terminar la guerra.

Allen sostiene que los dirigentes británicos del momento usaron medios para cumplir sus propósitos que "fueron ingeniosos y extremadamente sutiles, pero también totalmente carentes de escrúpulos. Eran actos de hombres desesperados que debían optar entre una derrota catastrófica y la supervivencia nacional", que es la misma conclusión a la que arriba Dobbs en su libro citado.

La razón en guardar el secreto -Hess nunca pudo hablar de la Guerra hasta su muerte y varios de los testigos murieron supuestamente eliminados por la inteligencia británica- fue que saldría al descubierto que la guerra de Alemania contra Rusia, en gran medida fue inducida por los británicos y en consecuencia los millones de rusos muertos podían haberse evitado. En la época de la guerra fría, esto pudo haber sido muy negativo para Gran Bretaña.

En segundo término, que los ingleses pudieron haber llegado a un acuerdo de paz razonable con los alemanes en los primeros meses de 1941 y que optaron por continuar la guerra, por la persistencia y convicción de Churchill.

Pero quizás la conclusión más importante de Allen, es la que dice que la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto entre dos gigantescas personalidades, Hitler y Churchill.

Sostiene que en realidad la guerra no fue resuelta por la supremacía propiamente militar, sino por la mayor capacidad política que demostró el liderazgo británico, que educado para gobernar el Imperio con una perspectiva mundial, moviendo los hilos políticos, diplomáticos y los servicios de inteligencia, para lograr que EE.UU. y Rusia entraran en la guerra, a partir de los respectivos ataques de Japón y Alemania, los cuales fueron inducidos y manipulados por los británicos.

"HESS, EL HOMBRE Y SU MISION" de J. Bernard Hutton. Ed. Plaza y Janes. 1.977.



La Segunda Guerra Mundial comenzó en 1939. En los momentos en que Alemania preparaba el asalto a la URSS y en donde además perdería en el mes de mayo de 1941 en el Océano Atlántico uno de sus mejores acorazados, el Bismarck, Hess voló (en solitario) en un bimotor Bf 110 rumbo a Escocia. Logró burlar la vigilancia de las patrullas de la RAF y se lanzó en paracaídas, donde fue hecho prisionero pese a sus alegaciones de que había ido allí para iniciar conversaciones de paz.

Hay muchas elucubraciones al respecto. Algunos argumentan sólidamente que era un plan premeditado del propio Adolf Hitler para buscar la paz con el Reino Unido, ya que tras la Operación Barbarroja tendría que lidiar en dos frentes. Otros creen que fue una iniciativa propia, de la cual el Führer tenía algún conocimiento y, aunque se mantuvo al margen, tampoco la obstaculizó.

[editar]El avión empleado


Esquema de un Bf-110, similar al que usó Hess.
Hess pilotaba expertamente un Messerschmitt Bf 110, matrícula VJ-OQ tipo D y modificado especialmente por el fabricante (un caza pesado biplaza y bimotor), cuya velocidad máxima era de 600 km/h. Las modificaciones consistían en un compartimento que contenía una balsa inflable completamente equipada, un receptor Lorenz, una radio adaptada para comandarla por el piloto, la envergadura de las alas estaba extendida y un fuselaje 50 centímetros más largo. No estaba armado ni contenía bombas u otros elementos defensivos u ofensivos.

[editar]Cronología del vuelo
El 10 de mayo de 1941, Hess y el Reichsleiter Alfred Rosenberg almorzaron juntos en privado en Augsburgo, y desde allí Rosenberg se dirigió a entrevistarse con Hitler en Berchtesgaden. El personal de servicio de Hess dijo que éste se encontraba absolutamente tranquilo y que durmió una siesta, se levantó aproximadamente a las 15:00 horas para, posteriormente, ir a visitar a su esposa Lise y a su hijo. Más tarde se dirigió hasta la pista de la Luftwaffe en Augsburgo, hacia las 17:00 horas. Lo cierto es que Hess voló en el Messerschmitt Bf 110 desde Augsburgo, rumbo a Escocia, el 10 de mayo de 1941, despegando a las 17:45 en dirección noroeste, para superar la línea costera de los Países Bajos a las 19:28 a la altura de Texel; allí giró 90° a la derecha y voló en esa dirección unos 30 minutos para volver a virar 90° al norte en el mismo sentido que traía inicialmente a baja altura sobre el Mar del Norte, completamente de noche en ese momento.

A las 20:50 aproximadamente interceptó las líneas de radionavegación provenientes de radiofaros emplazados en Dinamarca con el receptor Lorenz, y realizó un vuelo de zig-zag cubriendo trayectos paralelos de 20 minutos de vuelo hasta finalmente tomar rumbo a Escocia a eso de las 21:52, para traspasar la línea costera a eso de las 22:12 sobre la localidad escocesa de Embleton. Sólo le quedaban 30 minutos de combustible. Fue detectado por un puesto de Observadores Reales (ROC) en Ashirck y despegaron aviones de la Royal Air Force para interceptarlo, infructuosamente.

Después de su llegada a Escocia esperaba poder aterrizar en la Casa Dungavel, propiedad del Duque de Hamilton, quien tenía una pista privada que, según testigos calificados, estuvo iluminada esa misma noche misteriosamente, sobre todo si se tiene en cuenta que eran tiempos de guerra. Además, contaba en sus hangares con cajas de repuestos y dos tanques de combustible del mismo tipo del avión alemán en el que Hess volaba. Hess voló muy cerca de esa propiedad (con su pista iluminada, pero según testigos fidedignos se apagaron cerca de las 22:30) buscando la supuesta pista que esta propiedad tenía. Hacia las 22:45, el combustible sólo le daba unos 5 o 7 minutos de vuelo más, pero sobrevoló dicha propiedad sin encontrar la pista (estaba con sus luces apagadas) y pasó de largo en dirección a la costa occidental de Escocia. Al llegar al mar nuevamente, se deshizo de los tanques adicionales de combustible, viró 180° y volvió a buscar la Casa Dungavel, para pasar nuevamente sobre ella a eso de las 22:45, pero las luces no estaban encendidas.

El vuelo que realizó Hess se ha discutido ampliamente en círculos de aviación, ya que se necesita ser un expertísimo piloto para realizar tal maniobra. Cerca de las 22:50 horas, al acabarse el combustible, se vio obligado a saltar en paracaídas en Eaglesham, cerca de Glasgow, invirtiendo el avión para lanzarse desde la cabina del Bf 110. Al llegar a tierra, Hess se dañó un tobillo y un campesino escocés, de manera cautelosa, le auxilió y lo llevó a una guarnición militar, en donde Hess intentó convencer de que era amigo del duque de Hamilton con un nombre falso (Alfred Horn).

[editar]El emisario de Hitler


Restos del avión de Hess en el Imperial War Museum de Londres.
El duque acudió a la mañana siguiente y Hess se presentó por su verdadero nombre, aunque el duque lo había reconocido porque se habían visto por primera vez en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.

El duque declara que no tiene asuntos con Hess. Éste comunica su deseo de llegar a un acuerdo de paz con los británicos y que trae un mensaje del Führer. Inmediatamente fue hecho prisionero por la Home Guard, para ser recluido posteriormente en la Torre de Londres hasta el final de la guerra. Todos sus intentos de ser creído fueron infructuosos (según el propio Hess era su tercer intento) para tratar de pactar la paz con el Reino Unido y así cambiar el curso de la guerra, al poder concentrar a la Wehrmacht en un solo frente contra los soviéticos. Sin embargo, el prematuro apresamiento de Hess (al momento de tocar tierra cerca de las propiedades del duque de Hamilton) condujo al fracaso su gestión.

En el Museo Imperial de Guerra de Londres pueden apreciarse la cola y el motor del avión pilotado por Hess. Ambas partes, británicos y alemanes, hicieron publicar rápidamente su desconocimiento de contactos previos.

[editar]Teorías, repercusiones y controversias
Véase también: Karl Wolff


El Obergruppenführer Karl Wolff, von uniforme de las Waffen-SS hacia 1937.
Las razones para obrar de semejante forma han sido y son muy discutidas y misteriosas. Por una parte, hay quien sostiene que el propio Hess sabía de antemano que Alemania podía ser vencida en los frentes aliado y soviético, preocupación que Karl Haushofer había manifestado también. Otras razones para su huida son las diferencias que sostenía, no sólo con Hitler, sino con otros dirigentes del NSDAP como Goebbels y, sobre todo, con Martin Bormann y Heinrich Himmler respecto a las cuestiones de sucesión al Führer. El asunto es que el vuelo había sido preparado con algunos meses de antelación.

Pero la teoría más aceptada y más coherente es que Hess partió como emisario secreto de Hitler para contactar a altos personajes pro-nazis británicos de un posible gobierno futuro, títere del Reich, ya que existían premisas en el gobierno alemán de que el primer ministro británico sir Winston Churchill podía ser derrocado y esto liberaría a Alemania de tener que luchar en dos frentes si se negociaba una paz con los británicos. Un atisbo que corrobora esta teoría son las declaraciones de Karl Wolff cuando fue emisario oficioso de Hitler para la Operación Amanecer, donde Hitler esperaba ponerse del lado del mejor postor en una supuesta ruptura de la alianza angloamericana y la URSS. En una de sus declaraciones, Wolff relata que Hitler le dijo tras enterarse de las negociaciones de Wolff con emisarios americanos en Italia:

Bien, acepto tu presentación. Tienes mucha suerte. Si hubieras fracasado, hubiera tenido que desecharte como hice con Hess.

Adolf Hitler, según Karl Wolff1
Si se acepta esta teoría, las posteriores acciones de Hess se hacen más consecuentes. Hess era un experto piloto de Bf 110 y preparó su aparato particular para dicho vuelo. Además, los radiofaros guía alemanes se entramaron cuidadosamente para dirigirlo al Reino Unido. Estas maniobras bien pudieron pasar desapercibidas para la Abwehr, Heinrich Himmler o Reinhard Heydrich, o ser deliberadamente ignoradas.

Quizás el elemento más controvertido es el testimonio dado por una sirviente de la Casa Dungavel que precisó que, además de tener las luces de la pista encendida momentos antes de la pasada de Hess esa noche del 10 de mayo, sea el hecho de que viera en los hangares privados de la pista cajas conteniendo tanques fabricados en Augsburgo del mismo tipo que el usado por el Bf 110. Hitler se enteró en la mañana del día 11 a través de un sobre que le entregó el secretario de Hess, Pintsch, con una larga carta de éste en el interior, en la cual decía al Führer que, en caso de que saliera mal la aventura de intentar negociar la paz con los británicos antes de invadir la URSS, podría argumentar que estaba loco.

Heinz Linge, su ayuda de cámara dejó un testimonio2 de la reacción de Hitler, hizo detener a los ayudantes de Hess por no informar de que Hess se había hecho construir un aparato especialmente diseñado y tuvo un acceso de furia por la acción de Hess de quien pensaba delataría sus planes al enemigo:

"—¡Me engañan!... ¡Me traiciona todo el mundo!... ¡No tengo ni un solo amigo del que me pueda fiar! Y continuaba: —¡Hasta ese idiota! ¡Ese loco idiota al que imaginaba sumiso! ¡Ese idiota, idiota, idiota, me resulta falso! El idiota, idiota, idiota era, desde luego, Hess. —¡Imposible hacer proyectos! ¡Imposible calcular nada! —sentenciaba Hitler en otros momentos—. ¿Para qué si se los transmitirán a mis enemigos inmediatamente?... ¡Me veo rodeado de traidores!-"

Heinz Linge-entrevista sobre Hitler en 1955.
La reacción alemana no se hizo esperar, pues Goebbels, como Ministro de Propaganda del régimen, catalogó el día 12 la actuación digna de un loco desmedido. Horas después, la BBC anunciaba la captura de Hess, que sería reemplazado en el cargo por Martin Bormann, uno de sus más temibles adversarios.

Según algunos historiadores, para Hitler fue un acto de vil traición, pues temía que los secretos del ataque a la Unión Soviética fueran revelados; para esta última nación fue un acto que impidió el perdón en Nuremberg. Existen pruebas que avalan que Hitler estaba al corriente del plan y la actuación del Ministerio de Propaganda alemán quiso encubrir el fracaso de Hess como emisario de paz.

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