EL EXPEDIENTE EINSTEIN" de Fred Jerome. Ed. Planeta. 2.002



lbert Einstein fue un gran científico. Miembro de un exclusivo club del que forman parte muy pocos: Newton, sin duda, seguramente también Darwin... Sin embargo, y a pesar de que los nombres de esos colegas suyos en la grandeza desafían el paso del tiempo, hay algo especial en el caso de Einstein, algo que le hace más próximo, más admirado, más "popular". Es posible, por supuesto, que ello se deba a la cercanía temporal, pero yo pienso que hay más: que reconocemos en él a un científico, a un grandísimo científico, al que nada de lo humano le fue ajeno; que aunque se pueda y deba decir que su obra y la historia de la física del siglo XX tienen mucho que ver, no es menos correcto añadir que su vida fue un espléndido espejo del siglo XX, de todo el siglo XX y no sólo del científico.


El expediente Einstein constituye una magnífica prueba de lo que estoy diciendo. Se trata de un libro basado en el voluminoso expediente (unas mil quinientas páginas) que el FBI (Federal Bureau of Investigation) estadounidense reunió desde 1932 -antes, por consiguiente, de que Einstein se instalara definitivamente en Estados Unidos- hasta su muerte, acaecida en 1955. Aquel primer documento es un denso escrito de una Corporación de Mujeres Patrióticas, que se dirigió al Departamento de Estado solicitando que le fuese denegada la entrada en el país al físico germano, que iba a pasar un semestre en Princeton. Para aquel grupo, Einstein era el "líder del nuevo pacifismo militante". "Ni el propio Stalin", señalaban, "pertenece a tantos grupos internacionales anarco-comunistas dedicados a promover esa condición preliminar de la revolución mundial y la anarquía completa".

Sin embargo, en realidad
Einstein es una excusa de la que se sirve el autor de este libro, el periodista Fred Jerome, para reconstruir desde una perspectiva diferente a la habitual una época especialmente siniestra de la historia de Estados Unidos: aquélla en la que sobresalieron personajes como Edgar Hoover, el todopoderoso director del FBI, junto a Einstein el otro gran protagonista de esta obra, o el senador por Wisconsin, Joseph McCarthy; y comités como el dedicado a investigar las actividades antiamericanas, entre las que, por cierto, no se encontraba una de las que combatió Einstein, el linchamiento de afroamericanos, sólo, o básicamente, cualquier cosa que sonase a "comunista".

Al mismo tiempo que reconstruye esa triste historia, acaso no tan lejana o extraña hoy día como muchos desearíamos, una historia, la de los comienzos de la guerra fría y la era atómica, dominada por atributos tan poco deseables como la brutalidad, zafiedad, ignorancia, racismo, antisemitismo y el anticomunismo más feroz, Jerome enriquece nuestro conocimiento de la biografía de Einstein, el supremo objetivo de los desvelos de Hoover, y su gran fracaso: tras coleccionar cantidades ingentes de pruebas para demostrar lo que Einstein habría contado con facilidad a cualquiera: que había apoyado a un gran número de organizaciones radicales, Hoover se dio cuenta de que no podía utilizar públicamente esa información. Sin algo más sustancioso, Einstein era simplemente demasiado popular y no se avergonzaba de sus principios; más aún, jugó con habilidad sus cartas, mostrándose como un astuto estratega político.

El expediente Einstein es, en definitiva, un excelente libro, que enseña cosas interesantes del pasado, cosas que nos pueden servir para enfrentarnos mejor con el presente y encauzar con mayor sabiduría el futuro; un libro, por consiguiente, que cumple con uno de los objetivos básicos de la historia. Pero como con frecuencia ocurre, también es la cresta de un inmenso iceberg que espera su Fred Jerome. Hoy cualquiera puede averiguar a través de los medios que pone a nuestra disposición Internet que el Expediente Einstein es uno entre cientos más, entre los que se encuentran los dedicados a, por ejemplo, personas tan destacadas como Bertolt Brecht, William Faulkner, John F. Kennedy, Thomas Mann, George Orwell, Pablo Picasso, Eleanor Roosevelt o John Steinbeck.

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